El último partido que dirige Aragones
La selección iberica consiguió su segunda Euro desde la década de los 60, con un Casillas como figura central en compañia de David Villa goleador del torneo y un Fernando Torres como el verdugo de Alemania.
Fueron necesarios 44 años pero España volvió a estar en el techo de Europa: en esta capital, con un gol de Fernando Torres en la primera etapa, le ganó a Alemania por 1-0 y se consagró merecidamente nuevo Campeón del Viejo Continente. Inclusive, el marcador no refleja sino parcialmente la superioridad de España en el partido, porque luego de un breve segmento inicial, en el que las Furias Rojas parecieron sentir la tensión nerviosa, los muchachos dirigidos por Luis Aragonés dominaron a sus anchas y debieron haber ganado por mayor diferencia.
Alemania, por su parte, trató generosamente de resistirse, pero es imposible anotar un gol si nunca se logra controlar el balón. En efecto, la llave táctica del partido fue la que todo el mundo imaginaba antes del match: España logró el control de la pelota y, con esa arma poderosa, simplemente les impidió cualquier tentativa de reacción a los rivales. Con respecto a las individualidades, toda España merecería la mención, pero en nuestra opinión Fernando Torres, mucho más allá del gol decisivo, fue la figura de la cancha. Por el lado de Alemania, el arquero Lehmann, quien con algunas excelentes atajadas en el complemento mantuvo vivo el partido hasta el final, fue seguramente el mejor entre los suyos. Pero ahora veamos más en detalle lo ocurrido en esta apasionante final.
Alemania bajó a la cancha sin novedades, porque al final Michael Ballack, como era muy fácil prever, superó la pequeña molestia en la pantorrilla y estuvo regularmente en su puesto, el de enganche del 4-2-3-1 en el que, como siempre, Schweinsteiger y Podolski trabajaban como aleros y Klose era el único delantero. España también repitió la alineación mostrada ante Rusia, pero la del segundo tiempo, puesto que, por la lesión de David Villa, Luis Aragonés prefirió quedarse con el 4-1-4-1 en el que Senna trabajaba como volante tapón, bien delante de la defensa y Fabregas era, de los otros cuatro volantes, el que tenía más libertad para auxiliarlo arriba al único atacante de rol, Fernando Torres.
En ese segmento inicial, Alemania trató de desequilibrar con las subidas de Lahm por izquierda y con Klose que trataba de colarse en el espacio entre Puyos y Ramos, pero sin lograr producir peligros reales para el arco defendido por Casillas. En cambio, la primera jugada de España, armada por izquierda entre Capdevilla, Xavi e Iniesta, que casi provocó el gol en contra de Metzelder (buen reflejo de Lehmann), fue fundamental porque sirvió para destrabar al equipo, que desde ese momento dejó atrás los nervios y se dedicó a jugar como sabe. Así, las Furias Rojas se volvieron dominadoras absolutas del juego, porque comenzaron a tocar y hacer correr la pelota sin que los alemanes pudieran encontrarla y cortar. Esa superioridad hibérica, al contrario de la primera estéril en favor de Alemania, trajo enseguida buenos frutos, porque primero Fernando Torres se perdió un mano a mano provocado por el error en la entrega de Metzelder, luego estrelló la pelota en el palo a la derecha de Lehmann con un cabezazo (centro desde la derecha de Silva), y al final anotó el gol que, a la postre, valió el triunfo.
Fue una jugada central, bastante simple en su geometría: Xavi metió el cuchillazo vertical para Torres, quien le ganó en el pique a Lahm (embarazosa su tentativa de cierre) y luego superó la pésima salida de Lehmann (posiblemente engañado por el error de su defensor) con un toque suave y elegante abajo, un golazo. Luego del gol, España pudo y debió haberlo liquidado, porque los alemanes quedaron muy sentidos y los españoles encontraban espacios enormes a su disposición. La mejor fue una jugada de Fabregas, quien abrió hacia la izquierda para Iniesta: el alero vio a su colega Silva solito por el segundo palo y lo sirvió de manera impecable, pero el remate del compañaro fue para el olvido. Alemania mostró en ese momento todo su oficio y la experiencia de sus hombres más importantes: sabiéndose al borde del nocáut, ensució el match y, de hecho, en los últimos 10 minutos de la primera etapa nunca se pudo jugar al fútbol. Ballack, el abanderado de esta estrategia alemana, recibió una amarilla, pero el referí italiano Rosetti también lo amonestó a Casillas, quien siendo el capitán sólo había ido a protestar. En suma, Alemania la sacó barata dos veces, porque se fue al descanso apenas un gol abajo y porque también desde el costado disciplinario no pagó como hubiera debido su táctica antideportiva.
España sumó nuevas chances: un remate cruzado de Iniesta, desde el vértice derecho del área, que Lehmann envió al córner con la punta de los dedos y luego, en la jugada de ese mismo tiro de esquina, un remate de Silva desde idéntica posición, que salió rozando el palo más lejano. Luego, España repitió exactamente la jugada del gol, pero esa vez Lehmann logró anticiparlo a Torres por cuestión de milímetros: se hubiera venido abajo la cancha, porque dos goles idénticos en una final nunca se habían visto antes. Joachim Löw se dio cuenta de que tenía que mover la estantería y arriesgó un cambio muy ofensivo, con el ingreso del delantero Kevin Kuranyi por un volante, Hitzlsperger, con el equipo que pasó a un clásico 4-4-2 con la bajada de Ballack más al medio. En un primer momento la movida pareció funcionar, porque de hecho Alemania fabricó su ocasión más clara quizás sería más correcto decir la única del partido , cuando Puyol perdió al pelota sobre la banda derecha, Jansen metió el centro, Schweinsteiger la tocó hacia atrás para Ballack y el volante remató violento pero desviado cerca del primer palo. Luego llegaron un par de centros interesantes, que dieron la impresión de que Alemania, aún con la formula táctica "arqueológica" del centro a la olla, podía encontrar una manera de volverse peligrosa, pero fue puro espejismo, porque España volvió a ganar el control de la pelota y ahí, de hecho, se acabó el partido.
Fácil imaginar la alegría de los españoles, quien como primera medida festejaron lanzando por el aire a su entrenador Aragonés. En efecto, el veterano entrenador (el más anciano ganador de este torneo, con 69 años y 338 días) armó un equipo realmente brillante, que vence y convence, como suele decirse, y que logró el segundo título internacional de la historia de la federación hibérica, al cabo de una racha invicta de 22 partidos, desde la derrota ante Rumanía de noviembre de 2006. Este triunfo español es aún más importante porque viene a cortar una inexplicable y muy larga serie negativa: muchas veces España tuvo equipo para pelear arriba en los torneos internacionales, pero siempre aparecía algún problema y el equipo se quedaba afuera mucho antes de la definición. En suma, un equipo joven, dirigido por un veterano, le ganó merecidamente a un equipo veterano dirigido por el joven Joachim Löw: esta también es una de las típicas paradojas del deporte más lindo del mundo. Que hoy, con pleno mérito, tiene a una nueva estrella en su firmamento.
Queda la interrogante de si Raúl volverá a la selección o el nuevo entrenador que suplantará a Araganones lo convocará, aquellos detractores hoy le dan la razón al viejo sabio que siempre supo que con este plantel daria la batalla y asi fue, ahora deja la selección española en alto y con una responsabilidad al nuevo técnico.